jueves, 10 de noviembre de 2016

Capítulo 1: Y fue rojo.



—Deberías de cortar tu cabello… —dijo la madre, mientras cepillaba el cabello largo hasta los hombros de su hijo.
—No quiero. —Replicó el chico, permaneciendo inmóvil, mirando al frente a través de la puerta de bambú abierta. —Los samuráis lo llevan largo.
—No todos lo llevan así…
—¡Todos! —Se volteó a ver a su madre  de manera enérgica el chico. Tenía el pelo negro, como el de su padre y los ojos azules, muy oscuros, similares a los de su madre.
—De acuerdo, de acuerdo, mientras lo cuides, no te lo cortaré. —suspiró ella, atando el pelo de su hijo en una cola de caballo en la parte posterior de su cráneo. El niño se quedó quieto hasta que ella terminó y de inmediato se puso de pie y saltó al patio, donde estaba un hombre de pelo largo  sentado en el suelo con las piernas cruzadas; meditaba y sobre sus piernas había una katana japonesa. Cuando se sintió acompañado, abrió los ojos y miró a su hijo, que lo imitaba en una pose correctísima. Sonrió en silencio y se adelantó a sus pensamientos.
—Algún día será tuya... —Replicó el padre en voz baja, tomando el mango de la katana.
—Si fuera tan genial como parece, tendría un nombre. —repuso el niño, pero reclinó su cabeza en el brazo de su padre, mostrando su atención en aquel objeto imposible para él sostenerlo y blandirlo en ese momento.
Su padre se rió.
—Pónselo tú entonces… —Lo retó su padre, posando su mano en su cabeza, sin despeinarlo.
—¿No debe de haber una buena hazaña o recibir la bendición de un sacerdote? Algo así era, creo haberlo leído por allí… —Posó su pequeña mano sobre la Tsuka de la espada pero de inmediato la quitó y se puso de pie, aparentando un desinterés que no sentía.
—¿Listo para entrenar? —Se levantó el padre también  y fue a dejar la katana para tomar las espadas de entrenamiento hechas de bambú.

                La noche despuntaba lentamente cuando se detuvieron a tomar un descanso. A pesar de ser tan pequeño, su hijo tenía un potencial tremedo, obligando a su padre a poner fuerza para resistir los embates durante la práctica, pero para ese momento de la tarde su hijo estaba empapado en sudor, agotado, y su cola de caballo se había descompuesto pero sin perder la forma por completo. Se sentaron en el suelo, uno junto al otro.
El  patio era cuadrado, con el tamaño suficiente para no sentirlo pequeño. Todo el estilo de la casa era oriental, levantada del suelo y con piso de tatamis. A la izquierda, en un ángulo recto formado por un pasillo al descubierto, había una habitación vacía. La casa pretendía ser una escuela hacía unos años, pero en realidad nunca había conseguido llegar a prosperar y, con deudas de por medio, se había vendido poco a poco hasta dejar la pequeña pero confortable casa que tenían ahora. La familia la rentaba por poco dinero; les gustaba el lugar. Tenía el espacio necesario para que los tres vivieran cómodamente.
De algún sitio del pasillo de madera les llegó una voz familiar, fuerte pero suave y clara. 

—Mugen, cariño. Es hora de cenar, trae a tu hijo para acá ahora mismo… —advirtió, volviendo a ingresar al comedor.
—Enseguida… —Se puso de pie, levantando con su brazo a su pequeño hijo, empujándolo un poco por el pasillo. El niño se movió lento, fatigado pero hambriento. Se limpiaron un poco y finalmente se sentaron a la mesa para comer.

                Las cenas de ese estilo eran rutinarias, eran una continuidad común y alegre, llenos de momentos simples y agradables. Una vez el niño se duchaba después de cenar, sus padres le daban las buenas noches y, aunque el pequeño se negaba a que lo llevaran a acostar, después de unos minutos lo iban a ver para asegurarse que estaba ya bien dormido. Era algo que hacían todas las noches y está no fue diferente en ello.
A pesar del sueño ligero de su hijo, el chico nunca tuvo problemas para dormir, a menos de que hubiera alguien más en la casa más allá de sus padres. El sueño profundo le llegaba pronto, pero eso tampoco lo desconectaba al completo. Era como una alarma que tenía desde bebé. 


Fue por eso que despertó de golpe al sonido del primer disparo.  

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